¿Vivir en soledad o morir en comunidad?















El Alma que Busca la Llama de la Comunidad

"Agarraré vuelo y volaré hasta lo alto de aquella colina, allí estarán postradas esperando mis ganas de seguir." Es la promesa que me hago a mí misma, sabiendo que el camino es duro y que la fuerza para continuar a veces me abandona.


Y la verdad es que no somos completamente independientes. Somos un eco de lo que fue. "Los recuerdos nos mantienen vivos y avergonzados," pero por suerte, hay una fuerza divina que nos mantiene con esperanza y fe. Sabemos que en cualquier momento las cosas pueden cambiar para nosotros, y esa pequeña fe es lo que nos impulsa a mejorar cada día.


Existe un vacío, y el dolor de existir sin propósito es real.


Hay algunos que solo quedan ahí, sin movimiento, sin esperanza, y se rinden. Las ganas se van y solo pensamos que somos humanos sin ningún tipo de motivo. Este es el sentir: "Nacimos solo para existir, y es lo que más nos frustra."

Ninguno en su sano juicio solo quiere nacer para existir. Nadie quiere sentirse tan invisible y desechable. La ironía es dolorosa: el simple hecho de pensar que eres invisible te deprime profundamente.

Aquí es donde la filosofía moderna nos confunde. Nos dicen que debemos estar solos para encontrarnos. Y es cierto: uno debe ir a la soledad para dejar de proyectar en los demás lo que le falta.

Pero la soledad no es el destino final; es el taller donde se forja nuestra fuerza interior. Vamos a la soledad para reparar las grietas, para encender nuestra llama interna y sanar.

El peligro radica en quedarse. La vida encuentra su significado en la comunidad; sin los demás, la existencia se convierte en un simple tránsito, comparable a la muerte. No vinimos a esta Tierra a ser la versión perfecta de nosotros mismos en un vacío. Vinimos a poner esa "versión funcional" al servicio de la comunidad.

Cuando esa conexión vital se rompe, nos enfrentamos a la pregunta más grande de todas.

Hemos entendido que la muerte no es el final, sino una parte fundamental del ciclo. Es el catalizador que, por no conocerlo del todo, le da valor a nuestras experiencias presentes.

Somos almas que buscan el descanso, buscando saldar las deudas kármicas para poder encontrar la paz eterna. Sin embargo, nuestra conciencia, limitada por lo terrenal, no comprende esta búsqueda.

Aquí está el dolor: nuestra mente humana se aferra al cuerpo y sufre por su pérdida, aun cuando nuestra esencia sabe que la conexión espiritual perdurará. Nos duele el final físico, aun cuando el alma está lista para el descanso. Es esta incapacidad para comprender el ciclo completo lo que nos fuerza a valorar, paradójicamente, cada instante de vida.

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